Entrevista en "El Rincón de las letras" de Radio Valentía

El pasado lunes 27 de junio estuve en el programa de Radio Valentía “El Rincón de las letras”. Fui entrevistada por Inma Blanco, letrista, compositora y miembro del grupo LA PERRA QUE TE MUERDE. Hablamos sobre mi obra en general y en particular sobre “Suite Oriental” mi libro de relatos musicales.


P: Cuéntanos de que forma crees que se refleja tu faceta de dibujante y pintora en lo que escribes.

R: Consciente o inconscientemente mi faceta de dibujante y pintora se refleja, si no en todos, en muchos de mis relatos. Hay numerosas descripciones del paisaje y del ambiente; quizás porque me he dedicado, y aun me dedico, durante los veranos a pintar acuarelas al aire libre, un poco cómo lo hacían los pintores impresionistas. Por ejemplo la protagonista  de “El pianista francés” es una adolescente que se dedica a dibujar bosques, en el “Francesca de Rímini”, un cuadro renacentista juega un papel crucial en la historia y en el “Buscando a Ravel”, la voz de la historia es una fotógrafa y guionista de cine que se dedica a buscar escenarios naturales para una película.

P: Háblanos del por qué de tus obras literarias con temática musical.

R: Desde pequeña me ha atraído la música, todo tipo de música, pero sobre todo la clásica. De hecho me hubiera gustado ser pianista o bailarina de clásico. De adolescente logré tomar clases de ballet, pero al final resultó que no tenia actitudes para ello, sin embargo también es verdad que desde niña he tenido facilidad para el dibujo, así es que me decanté por esa faceta.

P: ¿Cuál de tus facetas artísticas consideras que te permite conectar mejor con el público?

R: Curiosamente y, a pesar de que la escritura es para mí una actividad relativamente reciente, pienso que  es con lo que mejor conecto con el público, simplemente porque llega a más gente, sin embargo cuando montas una exposición de pintura, es visitada por un número limitado de personas.

P: De tu obra literaria, ¿qué crees que puede que puede atraer más a un público urbano del siglo XXI?

R: Si te refieres al público que vive en las ciudades, puede atraer al que asiste a los conciertos y a la ópera, pero también a los que comienzan a interesarse por la música clásica, ya que su lectura sencilla, les puede servir como iniciación, conocimiento y acicate para seguir interesándose.

P: Cuando vas a escribir una historia, ¿cómo la planificas? ¿prefieres tenerlo todo bien calculado y estructurado desde el principio, o tiendes más a improvisar durante el proceso?

R: Procuro tener la historia planificada y estructurada de principio a fin, su desarrollo, el retrato de los personajes y el ambiento en donde se desenvuelven. Eso no quiere decir que, ya metida dentro, no haga cambios y giros en el argumento.

P: En “Suite oriental y otros relatos sobre música”, ¿cómo fue el proceso de documentación?

R: Me documento a través de libros sobre  historia de la música y biografías de los compositores. Concretamente para el relato de “Verdi o la fuerza del sino”, acudí a la Hemeroteca Municipal.

P: ¿Crees que es importante usar grandes dosis de imaginación cuando se habla de personajes reales o es preferible ser fiel a la realidad?

R: Digamos que un cincuenta por ciento. Para que un relato resulte atractivo hay que echarle una buena dosis de imaginación y cierta intriga, pero sin falsear lo sustancial. Por ejemplo, se sabe que Verdi viajó a Madrid para dirigir el estreno de “La forza del destino”, que se alojó en una pensión de la plaza de Oriente, regentada por una señora italiana, y poco más. Pues bien, alrededor de esos pocos datos me inventé una historia gótica en torno a Verdi.

P: ¿Tienes en cuenta la perspectiva de género en lo que escribes, intentas no dar una visión estereotipada o clásica de los géneros o es algo que no tomas en consideración?

R: Naturalmente, mi intención es la de salirme de los estereotipos y crear un cuento original y, a poder ser, con sorpresa final y, también contar que esos personajes a lo que me refiero, no eran tan geniales y maravillosos, sino humanos con sus filias y fobias, sus demonios, dudas y sufrimiento a la hora de crear sus obras. Mi receta o fórmula para escribir esos cuentos ha sido una atractiva mezcla entre ficción y realidad.

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Música para educar


Artículo escrito por María Jesús Leza y publicado en el número tres de la revista Txikiplan de Bilbao, el pasado viernes 3 de Febrero de 2012


La primera memoria que conservo sobre música, la llamada música culta, fue en una circunstancia un tanto especial. Recuerdo una tarde lluviosa de invierno metida en la cama, convaleciente de una faringitis o de un fuerte resfriado, no estoy segura. Sin embargo, recuerdo muy bien que tenía un libro entre las manos; “Las mil y una noches”, adaptada para niños, y sobre la mesilla un aparato de radio sintonizado a una emisora local, Radio San Sebastián. Estaba leyendo el cuento “El viaje de Simbad” cuando de pronto aquel viejo aparato comenzó a emitir una música, dulce, exótica, embriagadora, una música acompañada de un coro femenino cadencioso, y algo triste. Al escucharla sentí un cosquilleo en el estómago a la vez que me ponía la carne de gallina y un nudo en la garganta, a pesar de mi tierna edad, pues no debía tener más de ocho años.
En ese momento entró mi madre en la habitación con un zumo de limón. ¡Mamá, mamá, qué música tan bonita! ¿Qué es?, -le pregunté con la voz entrecortada por la emoción-. Son las “Danzas polovtsianas del príncipe Igor”. Pero, ¿qué te pasa hija? No sé lo que me pasa, mamá. Me gusta mucho esa música pero al mismo tiempo me da ganas de llorar, es algo muy raro - le contesté entre hipos.
De modo que Borodin fue el culpable, el primero que tocó mi fibra sensible. Dicen que los sucesos o acontecimientos que te marcan en la niñez y adolescencia influyen durante toda tu vida, y debe de ser verdad, porque desde entonces he sido, y sigo siendo, una loca apasionada de la música rusa y de los compositores rusos: Mussorgski, Rimsky-Korsakov, Borodin, Tchaikovsky, Stravinsky, Prokofiev...
Durante mi infancia y preadolescencia la radio jugó un papel fundamental en mi formación musical. Radio San Sebastián, aparte de los seriales y la música ligera, dedicaba mucho tiempo a la música clásica, sobre todo a la ópera y a la escrita para ballet.
A principios de los sesenta ya existían los tocadiscos o pic-up, pero solamente los tenían las clases acomodadas; en mi casa sólo había un gramófono heredado de mi abuelo y al que mi hermano y yo lo teníamos medio destrozado de tanto darle a la manivela, hasta que se fastidió del todo. Conseguí tener un tocadiscos años más tarde, cuando cumplí los dieciséis. Aquel regalo, tan deseado, venía acompañado de dos vinilos long- play: la “Séptima sinfonía” de Beethoven, y fragmentos de “La traviatta”, de Giuseppe Verdi.

El año en que descubrí a Borodin, allá por la primavera, mis padres, aficionados a la música, me llevaron a un concierto por primera vez, y por eso, por ser el primer concierto, lo tengo también muy presente en mi memoria. Recuerdo que fue un domingo por la mañana en el teatro Victoria Eugenia. Tocaba la orquesta del Conservatorio, bajo la batuta del maestro Usandizaga, y casualmente el programa no podía ser más ruso: el “Concierto para violín y orquesta”, de Tchaikovsky y “Cuadros de una exposición”, de Modest Mussorgski.  Parecía que lo habían confeccionado para mí. Ni que decir tiene que salí del teatro entusiasmada y montada en una especie de nube.

Hoy en día se organizan muchos conciertos en familia dirigidos a la infancia y juventud. Eso está muy bien, pero en mi modesta opinión, son de lo más light. Suelen escoger fragmentos de obras muy conocidas y pequeñas piezas de repertorio; casi nunca se atreven a programar conciertos y sinfonías completas, temiendo que los chicos se aburran. Creo que están equivocados. Estoy acostumbrada a ver a niños muy pequeños en conciertos acompañados de sus padres, escuchando, siguiendo la música con gran atención. Mi consejo a los padres y profesores es que no tengan miedo de llevar a sus hijos y alumnos a los conciertos sinfónicos y de música de cámara, e introducirles lo antes posible en el maravilloso mundo de la música clásica.
Ahora bien, es conveniente, más bien necesario, iniciarles en el hogar y en las aulas de música de las escuelas. Hoy en día contamos con buenos equipos de compact-disc para acostumbrar a los niños a escuchar a los grandes compositores, y existen multitud de obras adecuadas para inicialos en la música culta y estimular su imaginación dentro de la propia casa. Obras completamente didácticas, como “Guía de orquesta para jóvenes” de Britten, o “Pedro y el lobo”, de Prokofiev. Resulta también sumamente interesante la música programática relacionada con la literatura y el teatro, cómo por ejemplo “El sueño de una noche de verano”, de Mendelssohn, y la “ Sinfonía Fantástica”, de Berlioz.  Por otra parte no deja de ser curioso que las obras más famosas escritas para ballet estén inspiradas en cuentos infantiles. Tchaikovski es el caso más patente, ya que se inspiró en un cuento de Perrault para su ballet “La bella durmiente”, en un relato de Hoffmann  para el ballet “El cascanueces”, y en una antigua leyenda rusa para “El lago de los cisnes”; siguiendo el mismo modelo, su compatriota Igor Stravinski, escribió los ballets “El pájaro de fuego” y “Petrushka” a partir de dos cuentos populares rusos. También Rimski-Korsakov tomó el personaje de “Las mil y una noches” para componer su colorista y sensual suite“ Scheherazade”, y no hay que olvidar “Mi madre la oca”, de Maurice Ravel, que no es ni más ni menos, que un conjunto de cuentos de Perrault. La lista sería interminable. Todas estas obras contienen argumentos fantásticos y de gran atractivo que se pueden contar e ir explicando los distintos pasajes a los niños mientras las escuchan.
Insisto, hay que dejar las dudas y temores a un lado y llevar a los niños a los conciertos desde pequeños. Yo lo he hecho con mi hijo Jorge, y hoy en día es un joven con una vasta cultura musical y amante de la buena música. Confieso que me siento orgullosa de ello.