EL MANUSCRITO DE SAN FLORIÁN
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Comienzo:
- Su corazón late. ¡Vive! Sólo está dormido -dijo enseguida.
Suspiraron un instante aliviados. Sin embargo, ni para él ni para Don Daniel, había ocasión de sentir o expresar alegría. Sin decirse una palabra, echaron un vistazo alrededor de aquella primera sala del museo y contemplaron, casi sin dar crédito, todas aquellas vitrinas abiertas y desvalijadas que, hasta hacía tan sólo unas horas, habían albergado verdaderos tesoros artísticos y arqueológicos.
- ¡Voy a llamar a la policía! -dijo Don Pío con decisión. Y se dirigió, con paso ligero, hacia el teléfono que había en la entrada. Sin embargo, Don Daniel continuó como petrificado en el mismo lugar, sin decidirse a despegar sus ojos de aquel espectáculo desolador que tantas veces había presentido y que ahora era real.
Lo habían descubierto casualmente. Era muy tarde, de madrugada, las tres, tal vez las cuatro. Volvían charlando despreocupados de asistir a la celebración de la romería nocturna de la Virgen de las Mamblas cuando, al pasar por delante del edificio, advirtieron que la puerta parecía estar abierta…
“¡Qué extraño!” –pensaron los dos casi al mismo tiempo. Se acercaron y , tras traspasarla, descubrieron el cuerpo tendido del vigilante nocturno y que el museo, su amado museo, había sido robado.
Los pies de Don Daniel comenzaron a moverse como por propia voluntad. No tardó en recorrer el espacio completo de aquella primera sala: habían dejado algunas piezas, pero, sin duda, se habían apropiado de las más valiosas. Asaltado repentinamente por un oscuro presentimiento, subió a todo correr las escaleras hasta la segunda planta: sí, así era. Se acercó a la pared, pegó su cuerpo contra ella y, deslizándose lentamente a través de su vacío, se fue desplomando poco a poco hasta caer al suelo de rodillas. Después se sentó y, escondiendo su cabeza entre las piernas, se echó a llorar. Al rato llegó Don Pío. Contempló durante unos segundos el hueco donde había estado el famoso fresco mozárabe de “Las Bodas de Caná”, sin duda, la obra predilecta de Don Daniel. Sin ser capaz de decir nada, con igual rostro de incredulidad y abatimiento, se sentó a su lado.
Los pies de Don Daniel comenzaron a moverse como por propia voluntad. No tardó en recorrer el espacio completo de aquella primera sala: habían dejado algunas piezas, pero, sin duda, se habían apropiado de las más valiosas. Asaltado repentinamente por un oscuro presentimiento, subió a todo correr las escaleras hasta la segunda planta: sí, así era. Se acercó a la pared, pegó su cuerpo contra ella y, deslizándose lentamente a través de su vacío, se fue desplomando poco a poco hasta caer al suelo de rodillas. Después se sentó y, escondiendo su cabeza entre las piernas, se echó a llorar. Al rato llegó Don Pío. Contempló durante unos segundos el hueco donde había estado el famoso fresco mozárabe de “Las Bodas de Caná”, sin duda, la obra predilecta de Don Daniel. Sin ser capaz de decir nada, con igual rostro de incredulidad y abatimiento, se sentó a su lado.
- Llegarán en una hora -dijo secamente-. Han dado orden de cortar las carreteras.
- Esto es el fin, Pío: se lo han llevado todo.
Entonces, el rostro de Don Pío adoptó una expresión de alerta, como si, a su vez, otro oscuro presentimiento cruzara su mente. Se levanto, echó a correr subiendo las escaleras en dirección al “laboratorio”
- ¡Dios mío! –se le escuchó gritar- ¡Se han llevado el manuscrito de la princesa Astrid!
ESTRELLA DE MAR
Estrella de mar en castellano: novela juvenil y de aventuras publicada en euskera por la editorial ELKAR.
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